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que la viuda y algunos amigos �ntimos de la Fundación y la Universidad.
Nick Spivak y Rex Chittum llevaban las cintas del f�retro con semblante duro y aspecto
hosco, y, cosa rara, Sam Quain brillaba por su ausencia. Barbee se acercó a Nora, que
iba sola, no lejos del grupito formado por Rowena Mondrick, su enfermera y el terrible
perro. Y le preguntó:
- �Qu� le pasa a Sam? �Est� enfermo? Pens� que vendr�a.
- Buenos d�as, Will - respondió Nora con una sonrisita.
Nora y �l hab�an seguido entendi�ndose bien pese a que Mondrick y Sam hubieran
cambiado de actitud con �l.
- No, se ha quedado en casa para custodiar la caja verde. �Tienes t� alguna idea de lo
que hay dentro?
Will movió negativamente la cabeza. No, no se imaginaba lo que podr�a contener. Sin
duda, Rowena Mondrick escuchó el sonido de sus voces, pues se volvió hac�a ellos
visiblemente inquieta...
- �Will Barbee! - llamó -. �Eres t�?
- S�, Rowena - dijo �l, y se dispuso a pronunciar algunas palabras de condolencia.
Pero ella no le dejó hablar.
- Tengo que verte, Will; espero que no sea demasiado tarde para ayudarte. �Puedes
venir a casa a las cuatro, por ejemplo?
- S�, a las cuatro ir�, Rowena.
A las cuatro menos cinco se deten�a ante el caserón de ladrillos rojos, llenos de
rincones y recovecos, de University Avenue. La casa estaba mal cuidada. Hay que decir
que la Fundación hab�a absorbido la mayor parte de la fortuna personal de Mondrick. Las
persianas estaban rotas, el polvo se acumulaba en todas partes. Llamó al timbre. Abrió
Rowena.
- Gracias por haber venido - dijo.
Una vez sentado, contempló por un instante el salón, l�gubre y anticuado, que tan
familiar le resultaba desde aquellos lejanos tiempos en que se hab�a alojado con Sam
Quain en casa del profesor. Flotaba un perfume tenue procedente de un ramo de rosas
que yac�a sobre el piano de cola. Leyó la tarjeta de visita: Sam Quain y Nora.
En el fondo de la antigua chimenea hab�a una estufa de gas. Delante de ella reposaba
Turco, el enorme perro pastor, mirando a Barbee con sus ojos amarillos.
- He mandado a miss Ulford a hacer algunos recados - dijo Rowena Mondrick - para
que pudi�ramos hablar...
- Debe usted saber, Rowena, que lamento much�simo... - empezó a decir incomodo -
...parece una terrible iron�a que el doctor haya muerto cuando ya ten�a el �xito al alcance
de la mano.
- No ha muerto - dijo Rowena -. Ha sido asesinado. Creo que t� lo sabes Will.
Barbee sintió un estremecimiento, no ten�a la intención de hacer a nadie participe de
sus sospechas y dudas, y menos antes de formarse una opinión definitiva sobre April Bell.
- �Ah! No lo sab�a.
- S�. T� saliste anoche con April Bell.
- S� cenamos juntos... S� perfectamente que April Bell no le gusta a Turco. Pero yo
encuentro en ella una distinción y un no s� qu� que me gusta mucho.
- Ya s�. Lo que me tem�a... He hablado con Nora Quain y a ella tampoco le gusta. Ni a
Turco. Ni a m�. Existe un motivo para que no nos guste y es necesario que lo sepas. Esa
mujer es mala, Will. Es mala. Puede traerte disgustos, Will. Por lo tanto, quiero que me
prometas no volver a verla.
- Pero, �por qu�, Rowena...? Ya soy mayorcito, �no?
- Yo soy ciega, Will... Pero veo muchas cosas. He compartido el trabajo de mi marido
desde que �ramos jóvenes. Yo tambi�n he tomado parte en la terrible lucha, en esta lucha
extra�a y solitaria que �l emprendió. Ahora �l ha muerto, asesinado, de eso estoy
convencida. Y tu encantadora amiga nueva, April Bell, debe ser el enemigo secreto que le
asesino...
- No puede creer que ella lo haya hecho.
- Esa mujer ha matado a mi marido... Pero Mark est� muerto y ya no se puede evitar.
Ahora el que est� en peligro eres t�.
Rowena se dirigió lentamente hacia Barbee tendiendo sus fr�giles manos. �l se levantó
y se las cogió sin decir nada.
- Por favor, Will, escucha lo que te digo...
- Pero, de verdad, Rowena, April es una chica muy agradable y yo no soy al�rgico.
- April Bell no va a intentar matarte, Will. El peligro que te amenaza es otra cosa muy
distinta de la muerte. Va a tratar de transformarte, de despertar en ti algo que no debe ser
despertado... Es mala, Will. Veo el mal en ella, y s� que quiere apoderarse de ti para
hacerte suyo y de los que son como ella. M�s te valiera morir como ha muerto Mark antes
de caminar por donde ella quiere llevarte... �Cr�eme, Will!
- No, Rowena, temo no poder creerla. Creo que su marido ha muerto de agotamiento y
fatiga y que usted piensa demasiado.
- Escucha, vamos a unirnos, Sam, Nick, Rex y yo para terminar la interrumpida obra de
Mark... �Verdad que no vas a volver a ver a April Bell?
- �Pero yo no puedo hacer eso, Rowena! Es encantadora y no puedo creer que est�
mezclada en toda esa horrible historia. Eso no me impide compartir su dolor, Rowena.
Creo que no puedo hacer gran cosa por usted, pensando usted lo que piensa, pero
necesita ayuda. �Por qu� no llama al doctor Glenn?
La ciega dio un paso atr�s, indignada:
- Estoy perfectamente normal, �sabes, Will? No necesito un psiquiatra... T� s�, me
temo, que lo necesitar�s antes de terminar con April Bell.
- Perdona, Rowena. Tengo que marcharme.
- No, Will, no...
Pero Will no escuchó el resto de la frase.
Volvió a la ciudad. Le costó mucho trabajo concentrarse en su tarea. No quiso tomarse
en serio las advertencias de Rowena. Ten�a intención de llamar al apartamento de April
Bell, pero lo dejó para m�s tarde. Necesitaba verla y, sin embargo, la luz del d�a no hab�a
bastado para disipar las dudas que en �l suscitaba la chica. Al final, cuando salió de la
redacción ya era demasiado tarde para telefonearla.
Se detuvo en el bar de la esquina a tomar una copa. Y tomó m�s de una, sin contar la
botella que se llevó al salir camino de su destartalado edificio de Bread Street. Tal vez una
ducha caliente, adem�s del alcohol, le ayudar�a a ponerse en forma. Se estaba
desnudando cuando volvió a encontrarse con el alfiler de jade blanco en su bolsillo.
Permaneció un buen rato mir�ndolo y haci�ndose preguntas...
El ojo de malaquita era del mismo color que los de April Bell cuando se pon�a nerviosa
y enfadada.
�Ah! Y el abrigo era de lobo. �Qu� significar�an aquellos s�mbolos para April Bell? El
doctor Glenn (hijo) debió encontrarla sumamente interesante como objeto de estudio.
Lamentó no poder echar una ojeada a la historia cl�nica que le hab�a hecho Glenn.
Se sobresaltó al sorprenderse a s� mismo queriendo desembarazarse de la
desconcertante impresión que acababa de tener, pues le pareció que el animal de
malaquita le hab�a gui�ado un ojo. Barbee estaba all�, medio dormido y medio desnudo,
en su estrecho dormitorio, junto a la cómoda. �Le habr�a hipnotizado aquel extra�o alfiler
de lobo? Le costó aguantar las ganas de tirarlo bajo el mueble. Habr�a sido absurdo.
Estaba claro que April Bell le daba miedo. Siempre hab�a temido a las mujeres, por lo
menos un poco. Necesitaba dormir la borrachera del whisky. �se era su fallo, como sin
duda le habr�a hecho observar de haber estado all�. Si ced�a al irracional impulso de tirar
el lobo de jade blanco, ello equivaldr�a, sencillamente, a admitir que April Bell era lo que [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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