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comprometido en el drama. O para darle el gusto al sueco: como si ciertos
individuos incidieran sin proponérselo en la química profunda de los demás y
viceversa, de modo que se operaran las más curiosas e inquietantes reacciones
en cadena, fisiones y transmutaciones.
»Así las cosas, basta una amable extrapolación para postular un grupo
humano que cree reaccionar psicológicamente en el sentido clásico de esa
vieja, vieja palabra, pero que no representa más que una instancia de ese
flujo de la materia inanimada, de las infinitas interacciones de lo que
antaño llamábamos deseos, simpatías, voluntades, convicciones, y que aparecen
aquí como algo irreductible a toda razón y a toda descripción: fuerzas
habitantes, extranjeras, que avanzan en procura de su derecho de ciudad; una
búsqueda superior a nosotros mismos como individuos y que nos usa para sus
fines, una oscura necesidad de evadir el estado de homo sapiens hacía... ¿qué
homo? Porque sapiens es otra vieja, vieja palabra, de esas que hay que lavar
a fondo antes de pretender usarla con algún sentido.
»Si escribiera ese libro, las conductas standard (incluso las más
insólitas, su categoría de lujo) serían inexplicables con el instrumental
psicológico al uso. Los actores parecerían insanos o totalmente idiotas. No
que se mostrarán totalmente incapaces de los challenge and response
corrientes: amor, celos, piedad y así sucesivamente, sino que en ellos algo
que el homo sapiens guarda en lo subliminal se abriría penosamente un camino
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como si un tercer ojo parpadeara penosamente debajo del hueso frontal. Todo
sería como una inquietud, un desasosiego, un desarraigo continuo, un
territorio donde la causalidad psicológica cedería desconcertada, y esos
fantoches se destrozarían o se amarían o se reconocerían sin sospechar
demasiado que la vida trata de cambiar la clave en y a través y por ellos,
que una tentativa apenas concebible nace en el hombre como en otro tiempo
fueron naciendo la clave-razón, la clave-sentimiento, la clave-pragmatismo.
Que a cada sucesiva derrota hay un acercamiento a la mutación final, y que el
hombre no es sino que busca ser, proyecta ser, manoteando entre palabras y
conducta y alegría salpicada de sangre y otras retóricas como esta.»
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Nota de Wong (con lápiz): »Metáfora elegida deliberadamente para insinuar la dirección a que
apunta.»
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No te muevas dijo Talita . Parecería que en vez de una compresa fría
te estuviera echando vitriolo.
Tiene como una especie de electricidad dijo Oliveira.
No digas pavadas.
Veo toda clase de fosforescencias, parece una de Norman McLaren.
Levantá un momento la cabeza, la almohada es demasiado baja, te la voy a
cambiar.
Mejor sería que dejaras tranquila la almohada y me cambiaras la cabeza
dijo Oliveira La cirugía está en pañales, hay que admitirlo.
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Una de las veces en que se encontraron en el barrio latino, Pola estaba
mirando la vereda y medio mundo miraba la vereda. Hubo que pararse y
contemplar a Napoleón de perfil, al lado una excelente reproducción de
Chartres, y un poco más lejos una yegua con su potrillo en un campo verde.
Los autores eran dos muchachos rubios y una chica indochina. La caja de tizas
estaba llena de monedas de diez y veinte francos. De cuando en cuando uno de
los artistas se agachaba para perfeccionar algún detalle, y era fácil
advertir que en ese momento aumentaba el número de dádivas.
Aplican el sistema Penélope, pero sin destejer antes dijo Oliveira .
Esa señora, por ejemplo, no aflojó los cordones de la faltriquera hasta que
la pequeña Tsong Tsong se tiró al suelo para retocar a la rubia de ojos
azules. El trabajo los emociona, es un hecho.
¿Se llama Tsong Tsong? preguntó Pola.
Qué sé yo. Tiene lindos tobillos.
Tanto trabajo y esta noche vendrán los barrenderos y se acabó.
Justamente ahí está lo bueno. De las tizas de colores como figura
escatológica, tema de tesis. Si las barredoras municipales no acabaran con
todo eso al amanecer, Tsong Tsong vendría en persona con un balde de agua.
Sólo termina de veras lo que recomienza cada mañana. La gente echa monedas
sin saber que la están estafando, porque en realidad estos cuadros no se han
borrado nunca. Cambian de vereda o de color, pero ya están hechos en una
mano, una caja de tizas, un astuto sistema de movimientos. En rigor, si uno
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